La historia "El Estanque Sucio" se centra en una enseñanza zen sobre la importancia de la paciencia y la observación. En un pequeño pueblo, los habitantes se enfrentan a un estanque que se ha vuelto turbio y sucio debido a las hojas, el barro y otros desechos. Un maestro zen lleva a su joven discípulo al estanque y le enseña que intentar limpiar el estanque agitando el agua solo empeora la situación. En cambio, les muestra que si se sientan en silencio y dejan que el agua se calme, el barro se asentará y el agua se aclarará por sí sola. A través de esta metáfora, el maestro enseña al discípulo (y a los aldeanos) que, a menudo, la mejor manera de resolver problemas complicados es permitiendo que las cosas sigan su curso natural y dando tiempo para que la claridad surja por sí sola. Esta lección resalta cómo la paciencia puede ser una herramienta poderosa en la vida, especialmente cuando enfrentamos situaciones llenas de confusión y desorden.